11 de julio de 2017

Don Giovanni en el Liceu 2016/17

Don Giovanni - Liceu 2016/17

El pasado sábado, día 1 de julio, tuvo lugar mi bautismo de fuego, nunca mejor dicho tratándose de esta obra de Mozart, en uno de los principales templos mundiales de la ópera: el Gran Teatre del Liceu de Barcelona.
Que mi primera vez en el Liceu no haya llegado hasta ahora obedece a la distancia que lo separa de Málaga, mi ciudad. Ésta y otras circunstancias, han favorecido que hayan sido más frecuentes las visitas al Teatro Real de Madrid, a las que sumaré una más mañana con la Madama Butterfly de Ermonela Jaho que, como ya lo hiciera meses atrás con el público del Covent Garden, está haciendo las delicias de los aficionados madrileños.

El otro día, como consecuencia del debut de Jonas Kaufmann como Otello, escribía sobre la importancia de las “cosas” que ocurren por primera vez. Algo así sentí el pasado sábado cuando cruce el umbral de la puerta de entrada al Liceu. El mismo cosquilleo que tiempo atrás percibí cuando viajé a Madrid para ver Parsifal en el Teatro Real, o cuando experimenté las retransmisiones de ópera en el cine con un Così fan tutte desde el MET, magistralmente dirigido por James Levine, o, por supuesto, con mi primera ópera de siempre, Lucia di Lammermoor, en el Teatro Cervantes de Málaga. Hechos que, si bien se han repetido con posterioridad, incluso con más éxito en alguna ocasión, no emborronan el recuerdo de aquella primera vez.

Centrándome en el tema, motivo de esta entrada, voy a comentar mis impresiones sobre la función, penúltima de las diez programadas y última del reparto al que haré referencia, de este Don Giovanni.

Este dramma giocoso en dos actos de Wolfgang Amadeus Mozart con libreto en italiano de Lorenzo da Ponte es, para muchos, la gran obra maestra del compositor salzburgués, con permiso de las otras dos colaboraciones de éste tándem, Le nozze di Figaro y Così fan tutte o La flauta mágica o El rapto en el serrallo, por citar las cinco principales. Lo que hace tan atractiva a esta ópera tragicómica es que en ella puedes encontrar de todo, desde escenas de enredo al más puro estilo de vodevil hasta momentos terríblemente dramáticos, todo ello cimentado sobre una amalgama de personajes que reclaman su cuota de protagonismo a lo largo de la obra.

El director de escena, Kasper Holten, ofrece esta producción high-tech con la última tecnología de proyecciones y efectos sobre un escenario rotatorio que con sus escaleras y plataformas confiere al conjunto un dinamismo indiscutible. Se trata de una coproducción del Liceu junto con la Royal Opera House, la ópera de Israel y la de Houston que ya se ha comercializado en DVD y Blu-ray y puede adquirirse aquí.
La tecnología punta al servicio del espectáculo hace que la producción sea de gran impacto tanto para el aficionado como para el que se acerca a la ópera por primera vez. Personalmente considero que hubo un abuso de las proyecciones sin aparente relación con la trama, que parecía obedecer más a una amortización del despliegue técnico que a una justificación narrativa. La dirección de escena sobre los cantantes se vio muy trabajada y junto con los figurantes y el continuo movimiento del escenario consiguieron que no decayera la atención en ningún momento. Si acaso poner un par de peros. Por un lado, la escena del cementerio no tuvo una correspondencia escenográfica por lo que podía desorientar al espectador que no conociera la obra. Por otro lado, aunque al principio hice referencia al fuego, luego no fue tal, ya que en palabras del director “para alguien como Don Giovanni, un lugar con fuego no creo que pueda asustarle, tal vez un lugar de eterna soledad, sin nadie con quien comunicarse; esta podría ser la idea de infierno para él”. En mi opinión, desconcertante final que no hace justicia a la tensión dramática del momento.

La escenografía a cargo de Es Devlin, como ya he comentado muy dinámica y no exenta de riesgo para los cantantes, por el ir y venir escaleras arriba y abajo, pero impresionante para el público. La laberíntica mansión ofrecía muchas posibilidades y estuvo excelentemente iluminada en todo momento. Anja Vang Kragh encargada del vestuario, fue una de las triunfadoras con unos diseños clásicos de estampados modernos que fueron el complemento perfecto pues hablaban el mismo lenguaje que esta vanguardista producción.

En cuanto al reparto, no sé si era el principal o el secundario, muy compensado, si se me permite, más incluso que el otro propuesto. La decisión en la composición de los mismos daría para otra entrada del blog que ya abordaré en otro momento. En el papel principal mi paisano, el barítono malagueño, Carlos Álvarez, al que le he visto esta temporada cantar un sensacional Rigoletto como os conté aquí y que, a pesar de que éste es uno de sus grandes personajes que domina a la perfección, noté un poco fatigado y falto de potencia vocal. Gran interpretación pero quizás acusó el desgaste del final de temporada. Estupendo Simón Orfila en un rol tan importante como el de Leporello. El barítono menorquí se encuentra en el momento álgido de su carrera. Los papeles femeninos estuvieron muy bien defendidos empezando por el lujo de contar con la Zerlina de Julia Lezhneva, talento ruso de tan solo 28 años; la soprano griega Myrtò Papatanasiu como Donna Elvira en el rol más complicado de la obra que cantó con solvencia; y Vanessa Goikoetxea, la soprano vasca nacida en Florida, como Donna Anna, que brilló con menos intensidad por comparación con sus compañeras de reparto. Otro lujo fue contar con el Don Octavio de Toby Spence, tenor británico con caché suficiente como para ser protagonista meses atrás como el capitán Vere en el Billy Budd de esta temporada del Teatro Real. Para terminar, mención especial al ilustre Eric Halfvarson, en el ocaso de su carrera, después de ser referencia en el repertorio wagneriano y que ahora cosecha ovaciones allá donde va, interpretando papeles menores, en este caso, como el Comendador. Toni Marsol, un barítono de la casa, simplemente correcto como Masetto.

El coro del Gran Teatre del Liceu demostró gran nivel en los momentos en los que la partitura le dio la oportunidad. Aunque menos vistoso que en otras óperas no hay duda de que están preparados para lo que se espera de este teatro.

La dirección de la Orquesta Sinfónica del Liceu a cargo de su titular Josep Pons fue una delicia. Estuvo a la altura de lo que supone interpretar a Mozart, a saber, melodías claras, limpias texturas orquestales y estructuras de equilibrio y proporción. Maestría en esta difuminación de la frontera entre lo serio y lo bufo. Es uno de nuestros grandes activos a nivel nacional. El lunar, aún no está muy claro a quién es imputable, el acortar el sexteto final, que los cantantes interpretaron desde el foso, sin una explicación razonable.

En definitiva, no puedo estar más satisfecho con mi primera visita al Liceu. Aunque la predisposición y los ingredientes apuntaban a glorioso tenía que materializarse. Cerca estuvo esta incursión en el teatro barcelonés de ser desbancada por la primera opción, viajar a Londres al debut como Otello de Jonas Kaufmann. El tiempo ha demostrado que salí ganando. Espero volver pronto.

Ópera desde el sofá en el Liceu

DON GIOVANNI de Wolfgang Amadeus Mozart

Don Giovanni
Carlos Álvarez
Leporello
Simón Orfila
Donna Elvira
Myrtò Papatanasiu
Donna Anna
Vanessa Goikoetxea
Don Ottavio
Toby Spence
Zerlina
Julia Lezhneva
Masetto
Toni Marsol
Il Commendatore
Eric Halfvarson

Director
Josep Pons
Director de escena
Kasper Holten
Escenografía
Es Devlin
Diseño de vestuario
Anja Vang Kragh

Gran Teatre del Liceu, Barcelona, 1 de julio de 2017