7 de marzo de 2018

Così fan tutte en el Teatro Cervantes 2017/18

Così fan tutte - Teatro Cervantes 2017/18

Tras la prometedora inauguración de la temporada lírica en Málaga, como os conté en la entrada Turandot en el Teatro Cervantes 2017/18, y después del pasado recital del tenor norteamericano Gregory Kunde, llegaba la cita con Mozart y su Così fan tutte.

Esta ópera única y singular es una de las obras maestras del compositor salzburgués. De estructura geométricamente perfecta, por la simetría de las intervenciones, y temática controvertida, por las aseveraciones que hace sobre las mujeres, se trata de una obra ideal para dar rienda suelta a la imaginación de cualquier director de escena que decida reinterpretar este drama jocoso.

Sus posibilidades para lucir en una traslación temporal son infinitas, aunque en esta ocasión se nos presentaba en una producción clásica ya estrenada en 2010 con alguna pequeña revisión. Al tratarse de una producción propia, permite calibrar el nivel en el que se encuentra el teatro y su compromiso con la temporada lírica.

Tengo que admitir que el deseo que tuve meses atrás, al comienzo de la temporada, y que bauticé como “efecto Turandot” parece que se ha cumplido. En esta ocasión y a diferencia de la cita con la ópera de Puccini, que presentó algunas desigualdades, Così fan tutte destacó por lo equilibrado de la propuesta. Sin grandes alardes pero sin defectos a reseñar, en definitiva, se ofreció un discurso homogéneo y proporcionado.

Se llenó el teatro en las dos funciones programadas, viernes y domingo, esta última a la que asistí y que paso a comentar.

La producción estuvo dirigida por el murciano Curro Carreres. Poco riesgo en una propuesta clásica aunque con alguna licencia destacable. Últimamente parece que se ha asociado la presencia de desnudos en escena con modernidad. Los desnudos en la ópera me parecen una conquista y aportan veracidad e inmersión, pero han de ser procedentes o al menos tener cierta justificación, como por ejemplo en la corte de Mantua del Rigoletto de la ROH de Londres. Si son gratuitos y forzados para dar un toque de modernidad se corre el riesgo de patinar. Ocurrió al comienzo y final de la obra y los revolcones de los figurantes no hicieron más que desviar la atención de la magnífica obertura. En la primera escena, la de la apuesta, el telón que bajaron con las mismas baldosas que el suelo y el café se improvisó, me pareció un recurso ridículo y sonrojante que me hizo temer lo peor para lo que estaba por venir. Cierto es que ya había visto la estupenda escenografía que quedó al descubierto rápidamente y que enmarcó el resto de la función. Juan Sebastián Domínguez fue el responsable del espacio escénico que, si bien no varió un ápice, era suficientemente amplio y elegante para el desarrollo de toda la trama. Las proyecciones de vídeo que se pudieron contemplar mientras algunos solistas interpretaban sus arias más destacadas me parecieron tremendamente cutres y totalmente prescindibles. Un acierto la composición del duo que cantaron las hermanas al fondo del escenario mientras les masajeaban los pies, ejemplo de apuesta y acierto, ”Win-Win”.

En cuanto al reparto, prácticamente todo producto nacional, destacaría la uniformidad a nivel vocal de todos los cantantes que rindieron a buen nivel, sin interpretaciones inolvidables pero tampoco olvidables, lo que contribuyó al equilibrio general de la función. La soprano asturiana Beatriz Díaz como Despina, derrochó talento en la actuación y facilidad en la emisión. Vocalmente la más destacada de las voces femeninas con el toque de humor y desparpajo que su personaje requiere. La mezzosoprano Carol García en el rol de Dorabella también me pareció muy solvente en lo vocal, con un timbre y color atractivos abordando con seguridad la partitura de su cuerda. Alguna duda me dejó la soparano malagueña Berna Perles, con poca agilidad cuando tuvo que abordar coloraturas y cambio de color en el registro grave. Parecida suerte en las voces masculinas, con el barítono italo-español Enric Martínez-Castignani como Don Alfonso, que estuvo correcto; el barítono jiennense Damián del Castillo en el rol de Guglielmo con una voz rotunda y con proyección y que próximamente podremos ver como Rigoletto, y el tenor cordobés Pablo García López como Ferrando, al que le aprecié musicalidad pero falta de potencia.

El Coro de Ópera de Málaga, estratégicamente situado en el proscenio, brilló como es habitual. Aún siendo una partitura que le concede pocas opciones la aprovecharon para recordarnos que son uno de nuestros activos más preciados. Su director Salvador Vázquez, al que veremos esta temporada a los mandos de la orquesta con Rigoletto, tiene mucha culpa de ello.

La dirección de la Orquesta Filarmónica de Málaga a cargo de su titular Manuel Hernández Silva fue canónica. Personalmente eché en falta más brío sobre todo en el primer acto en los que el tempo tan mesurado languidecía. Aun así en el finale el sexteto se atropelló. Mejor en el segundo acto aunque en líneas generales fue una interpretación muy correcta para las dudas que me generaba a priori dirigiendo Mozart.

En definitiva, este Così fan tutte dejó muy buen sabor de boca por lo compensado de todos sus ingredientes. Aun no siendo novedad reconforta ver producciones propias a este nivel y que queden atrás los productos enlatados de dudosa calidad ofrecidos en tiempos pretéritos a una ciudad de esta talla. Sigo reconciliado con la lírica de mi ciudad embriagado por el “efecto Turandot”.

COSÌ FAN TUTTE de Wolfgang Amadeus Mozart

Fiordiligi
Berna Perles
Dorabella
Carol García
Despina
Beatriz Díaz
Ferrando
Pablo García López
Guglielmo
Damián del Castillo
Don Alfonso
Enric Martínez-Castignani

Director
Manuel Hernández Silva
Director de escena
Curro Carreres
Escenografía
Juan Sebastián Domínguez
Diseño de vestuario
Miguel Crespí

Teatro Cervantes, Málaga, 4 de marzo de 2018